viernes, 25 de marzo de 2011

El sueño del celta. Mario Vargas Llosa

El recientemente premiado por el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa acaba de presentar un libro inquietante titulado El sueño del Celta. Y es inquietante por lo que supone de constatación de los desmanes, crueldades y exterminios que los países colonizadores europeos del siglo XIX y principios del siglo XX cometieron en tierras africanas y americanas en busca de materias primas necesarias para su desarrollo.

Roger Casement, diplomático británico de origen irlandés, espera su ejecución en Londres al haber sido juzgado por traición contra el Imperio Británico en favor de los levantamientos irlandeses del lunes de Pascua de 1916, buscando para ello la ayuda de la Alemania en aquel momento inmersa en la Primera Guerra Mundial. Ese mismo hombre, real pero no especialmente conocido,  fue el principal artífice de las denuncias realizadas contras los crímenes realizados por las autoridades y empresas recogedoras de caucho en el Congo y en Perú.

Durante muchos años estos crímenes fueron ignorados por las metrópolis a las que puntualmente llegaban el resultado de las explotaciones, con enormes beneficios, beneficios que nunca llegaron a aquellos que trabajaron para obtenerlos y sacarlos del país. Y no se trata de un tema histórico, porque en la actualidad en lugares como el Congo, Bolivia, Sudán, y en cierta medida, en el norte de Africa, se sigue produciendo este expolio.

Roger, entusiasta en su juventud del desarrollo que la colonización y la evangelización supondrían para las comunidades indigenas, conoce de primera mano a las víctimas y los verdugos, desciende a los infiernos donde el hombre se convierte en el principal enemigo para sí mismo y pierde toda dignidad. Con todo el fervor humanamente posible, dedica toda su vida a la denuncia de estos hechos, pero la factura que ha de pagar es enorme. ¿Quién puede ver cara a cara al Mal que el hombre es capaz de hacer y salir indemne? ¿Quién es capaz de perdonar al que no es merecedor de perdón?

El idealismo de Casement, exacerbado con la causa nacionalista irlandesa, desfallece y enloquece, acaba sin la compañía y con la traición de sus amigos, con dudas sobre la necesidad de su sacrificio, con ensoñaciones fruto de su necesidad de dar sentido a todo el mal que ve a su alrededor. Sólo algo sobrenatural puede salvar al hombre de su propio mal, y permanecer de pie cuando todo está por los suelos. La conversión final de Roger le permite morir con dignidad y ser capaz en ese último instante de mirar a la realidad sin rencor y con paz, acompañados de aquellos para quien el mal no tiene la última palabra, siendo una referencia incluso para sus verdugos. Su última mirada sobre el mundo, como le ocurrió al buen ladrón del Evangelio, le salva y le justifica, dando sentido a su sacrificio.

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