sábado, 8 de diciembre de 2012

Acercándonos a la verdad de Tolkien

Poca gente desconoce el argumento y los personajes de "El Señor de los Anillos", quizá más gracias al magnífico trabajo cinematográfico de Peter Jackson que a la lectura de la obra de J.R.R Tolkien. Además, este mes de diciembre se estrena en los cines españoles "El Hobbit", otra de sus grandes obras. ¿Cuál es el secreto del permanente éxito mediático de estos dos títulos del insigne escritor británico?

Alguno podría sospechar que se trata de una nueva operación de marketing, pero en realidad hay algo en los libros de Tolkien que nos atrae, que no nos deja indiferentes. Con estas historias que se desarrollan en un mundo fantástico diseñado a partir  del atractivo de las leyendas y mitología nórdicas, de la dura experiencia vital del autor, de su sorpresa por la belleza de la naturaleza y sobre todo de su pasión por el lenguaje como instrumento creador, el autor nos hace más comprensible la realidad.

Precisamente eso es lo que experimentamos aquéllos que tuvimos la suerte de asistir a la conferencia sobre Tolkien que Pablo Pardo Santano, presidente de la Asociación Cultural El Árbol Blanco y ferviente lector de  la obra de Tolkien,  impartió el pasado día 21 de noviembre en la Casa de Asociaciones de Alcobendas con el título: "Tolkien: La Verdad detrás del mito". 

Más allá de las míticas aventuras que viven los personajes de Tolkien, hay una verdad que podemos reconocer en nuestra propia vida. Esto no significa que el autor escribiera para explicar nada, al estilo de los mitos de la antigüedad. Pablo, con algunos ejemplos, nos ilustró el hecho de que tras la apariencia de las historias en las que desfilan personajes lugares, objetos... hay una dinámica vital dramática.

Las vidas de Frodo o de Bilbo Bolson cambian cuando dejan un resquicio para que la misma realidad les avive el deseo. Es entonces cuando encuentran el significado de su existencia. La aventura, el drama que viven, es lo que les permite sentirse vivos, plenos de significado. Se sienten partícipes de un espíritu creador. Éste es precisamente uno de los planteamientos vitales de Tolkien,  todos somos partícipes de un universo creador en la medida en que vivimos la vida que se nos ofrece. ¿Qué hacemos con el tiempo que se nos da?

El mal también forma parte  de las historias de Tolkien. Es atractivo pero a la vez es estéril,  nace de la rebelión y del apego a las obras de las propias manos y no quiere compañía, no necesita de los demás. Pero frente al atractivo  del mal no están solos con sus fuerzas, son la amistad y la compañía las que construyen su vida. Cuando parece que el drama  va a derivar en tragedia entonces en la historia sucede lo que Tolkien denominó "eucatástrofe". Un imprevisto que hace resurgir la esperanza.

Tolkien cree que es muy difícil que la victoria final se de en la vida cotidiana. El sufrimiento de la vida de sus personajes hace necesaria la muerte y por ello  la victoria final la identifica con el paso a la otra orilla del mar. La vida se cumple con este último viaje inevitable pero a la vez necesario en el devenir de la vida de sus personajes.

Tolkien con su obra nos ayuda a atravesar la apariencia de la realidad y nos traslada a un mundo creado, en el que como en un espejo podemos ver y reconocer la verdad de lo que en realidad somos.

Gracias Pablo, por enamorarte de la obra de este gran hombre y acercarnos la verdad detrás del mito.

domingo, 22 de julio de 2012

Carta abierta a los futuros maestros

LA BUENA NOTICIA EN EDUCACIÓN

(Publicamos, por ser una interesante invitación a la reflexión, las palabras que dirige un profesor universitario a los recién titulados)

Hace años que me encuentro especialmente vinculado al mundo de la educación; en los últimos veinte años he sido profesor de secundaria en siete centros públicos diferentes, profesor de universidad pública durante doce años y de universidad privada durante otros quince. Además, desde hace ocho años soy el responsable académico de un centro de formación de maestros, por lo que no hay aspecto ni etapa de la educación que me sea ajena o no me interese.
Al principio era sólo un interés laboral, pero cada vez más vivo este trabajo como una vocación y por eso experimento una gran preocupación por la situación de la educación y por tantas manipulaciones como sufren todos los que trabajan o se preocupan por ella. Manipulaciones en las que nunca hay un debate educativo real y que vienen de la política, de la economía, de los medios de comunicación y de todo tipo de grupos de interés.

Y mientras esto ocurre voy viendo como cada curso muchos estudiantes, en mi centro y en tantos otros, obtenéis vuestra titulación y os incorporáis al mundo laboral como maestros. Y lo hacéis en un contexto muy poco envidiable, en medio de infinitos recortes que afectan a todos los ámbitos de la sociedad. Una sociedad que no tiene dinero ni para las cosas imprescindibles, como la educación.
Os corresponderá trabajar impartiendo más horas de clase, con más alumnos por grupo y con menos recursos de todo tipo. Eso ya lo sabéis. Y en ese ruido que no cesa, escucháis y escucharéis con insistencia que todo ello va a afectar negativamente a la calidad de la educación. Cualquiera en vuestra  situación tendría la tentación razonable de meterse en un agujero, cubrirse con una tapa y esperar a que pase la tormenta para buscar un trabajo, ¡qué momento para salir de la Universidad! con lo tranquilo que está uno dentro…
Estoy de acuerdo, como no puede ser de otra forma, con que los recortes económicos en educación deben ser los últimos en abordarse porque son los que más hipotecan el futuro de un país y de sus generaciones de jóvenes. Pero permitidme que sea políticamente incorrecto y que, en estos tiempos que corren, os dé una buena noticia, y además es probable que sea una noticia que os sorprenda. Según mi experiencia, y también la vuestra y más adelante os aclararé por qué digo que también es vuestra experiencia, la calidad de la educación no está relacionada con los recursos disponibles.
Naturalmente ahora voy a explicar esta afirmación y a aclarar también por qué es una buena noticia. Para ello conviene determinar en primer lugar qué es y qué no es la calidad de educación. Los medios de comunicación, los manifiestos, los políticos, la mayoría de los profesores y casi todas las personas que hablan de la educación equiparan la calidad de educación con los resultados académicos (que se miden por ejemplo en el mayor o menor fracaso escolar, o en el puesto en el informe PISA) pero esto no es cierto.

Este planteamiento es una habitual y errónea identificación entre enseñanza (o instrucción) y educación y que, desgraciadamente, es pasada por alto y aceptada por la mayoría. La educación se refiere al desarrollo integral de la persona y de sus capacidades. La enseñanza lo hace a la mejora de las competencias en un determinado campo del conocimiento. Un idioma se enseña, pero no se educa, por el contrario las personas debemos ser educadas pero a menudo sólo somos instruidas o enseñadas. La instrucción es siempre necesaria para una persona, pero nunca es suficiente.
Los informes y los datos que tanto nos preocupan miden por tanto la calidad de la instrucción que reciben nuestros estudiantes, pero no la calidad de su educación. La calidad de educación es más bien uno de esos intangibles difíciles de definir pero perfectamente identificables cuando se experimentan. Y todos los que la hemos experimentado sabemos que no depende de los recursos materiales disponibles, aunque no hayamos sido conscientes de ello.
Esto no es una afirmación gratuita, no quiero convenceros de ello sin pruebas, y en este momento os planteo lo que considero más importante de esta carta: os propongo que penséis en vuestra experiencia de estudiantes  y analicéis la realidad partiendo de ella, y no partiendo de ningún discurso. En cualquier centro educativo o curso en el que hayáis estudiado todos vuestros profesores habrán tenido los mismos o similares recursos (medios materiales e informáticos, aulas, audiovisuales…, horas de clase a la semana, sueldo, alumnos por clase, etc.) ¿Todos os han educado igual? ¿Todas las asignaturas han sido igual de valiosas para vosotros? En definitiva, ¿todos os han dado la misma calidad de educación?
Todos sabemos que la respuesta es no, y lo sé porque a mí me ha pasado lo mismo. ¿De qué depende entonces la calidad de la educación que damos y que recibimos? Depende del compromiso personal del que educa y del interés que se tenga por la vida y por el futuro de aquellos que tiene a su cargo. Y cuando ejerzáis como maestros podréis demostrarlo y comprobarlo una vez más.
Por tanto, no os dejéis engañar, los recursos son importantes, pero la buena noticia es que la calidad de educación la aportáis los educadores.

Pablo Pardo Santano
Subdirector de la Escuela Universitaria Cardenal Cisneros

lunes, 12 de marzo de 2012

Los orígenes de la pretensión cristiana

El 23 de febrero nuestra asociación organizó el acto de presentación del libro Los orígenes de la Pretensión Cristiana de Luigi Giussani. La presentación corrió a cargo de Don Ignacio Carbajosa, doctor en Sagrada escritura, economista y responsable en España del Movimiento católico Comunión y Liberación.

Este acto tuvo la particularidad de ser el primero que organizamos en una instalación municipal de Alcobendas y, lo decidimos así con idea de potenciar la participación, pensando precisamente en el significado  del libro que decidimos presentar. Esta obra de Luigi Giusanni aborda un desafío clave en la sociedad actual. Vivimos en un momento histórico de máxima exaltación racionalista, y por tanto de desprecio por todo lo que no está demostrado de forma empírica. Sin embargo, en esta misma sociedad que asegura regirse exclusivamente por lo racional, encontramos un auge absoluto de lo irracional a través de todo tipo de sectas, adivinos, horóscopos… pero también a través de la exaltación de todo lo emocional y lo subjetivo, de la opinión y de la impresión de cada uno sobre cualquier aspecto de la realidad, la frase estrella de nuestra sociedad, para casi cualquier tema, es “cada uno tiene su verdad”.

Desde este planteamiento, la posibilidad de que un hombre moderno tenga una fe religiosa sólo se sostiene si se apoya en un sentimiento particular, en algo que no se puede razonar ni compartir con otro, en una experiencia subjetiva y emocional, es decir, si se sostiene en un plano irracional. Por tanto, y según este planteamiento, un libro que trata sobre la fe debería ser presentado siempre en un espacio de uso exclusivamente religioso.

Sin embargo, este libro pretende desafiar esa posición y responder a la pregunta que hacía Dostoievski en Los Diablos: "Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, realmente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?" Por eso nos parece un libro valiente, que desafía a los convencionalismos y que merece ser conocido. Y por eso es un libro que responde a una pregunta que se plantea no sólo a los hombres religiosos, sino a todos los que formamos la sociedad: ¿tiene la fe alguna relación con la razón humana?

Ignacio Carbajosa realizó una presentación clara, didáctica y a la vez profunda de la obra de Giussani y lo hizo demostrando dos argumentos sencillos pero absolutamente provocadores:

·        La fe no es un conjunto de creencias irrelevantes en la vida de los hombres sino que mantiene una relación permanente y absoluta con los acontecimientos cotidianos de la vida de los seres humanos.
·        Lo más razonable que puede hacer un ser humano es no descartar ninguna posible explicación de ningún acontecimiento sin estudiarla hasta sus últimas consecuencias.