martes, 17 de mayo de 2011

La Traviata

Verdi escribió un tipo de drama romántico destinado a contribuir con sus melodías, sus argumentos y su puesta en escena a la Italia de Garibaldi y Manzini. Sus obras no estaban dirigidas a un público internacional. El gran mérito del genio de Verdi consiste en elevar este tipo de dramas a patrimonio de la cultura universal. Duetos amorosos, audaces y pegadizos coros, arias brillantes para soprano, tenor y barítono o sus famosos concertantes… La música de Verdi se identifica fácilmente, creando personajes-tipo de la literatura musical mundial: Machbeth, Rigoletto, La Traviata, El Trovador, Un ballo in maschera, Don Carlo, Otello, siendo estas dos últimas óperas la cumbre de su creación, cuando había pasado con creces los 80 años. Ejemplo jamás alcanzado en la creación musical.

La Traviata es una ópera dirigida a tocar las fibras sensibles del público. Verdi da vida a un conjunto de personajes desconocidos hasta entonces en los argumentos operísticos: Soprano (Violetta), tenor (Alfredo) y barítono (Giorgio Germon, padre de Alfredo) en intercambio permanente desde el brindis del primer acto a la despedida de Violetta. Verdi caracteriza cada cambio con una melodía memorable. La obra está basada en la novela de Alejandro Dumas “La dama de las camelias” y Verdi encuentra un libretista fundamental como es Francisco Maria Piave para que texto y música funcionen eficazmente.

La Traviata (La descarriada), es una mantenida rodeada por el lujo y las fiestas, una prostituta, cuyo sacrificio final por amor suena a redención. Desde el comienzo la ópera parece querernos presentar la dimensión pública y privada de Violetta, conflicto entre el ámbito colectivo y el individual, en donde lo exterior –imposiciones sociales y morales- se presenta como una amenaza, como una agresión para la protagonista.

El Acto I, con su célebre brindis, rebosa de piruetas vocales, adornos, escalas; todo un alarde de virtuosismo que apabulla y produce un efecto de decoración, coquetería y divertimiento. Pero a menudo que la ópera progresa, su línea de canto se simplifica, adquiere perfiles más intensos y esenciales. Uno de los extremos hacia esta interioridad se encuentra cuando Violetta responde a la declaración de amor de Alfredo.

En el soberbio Acto II Verdi nos introduce en la psicología de Violetta, allí hallaremos zonas de sombra y claridad como transiciones mínimas, a veces más fáciles de intuir que de explicar. El centro emotivo lo encontramos en el dúo entre la protagonista y el padre de Alfredo, uno de los más bellos y complejos salidos de la inspiración de Verdi. Todo aquí es un juego psicológico de ataques y respuestas, rendiciones, imploraciones e invectivas en las que las perspectivas se modifican constantemente.

En el Acto III Violetta muere por amor. Hasta ahora la pasión había sido el motor de los melodramas verdianos. La pasión es un vínculo radical, absoluto, que no acepta medidas intermedias. A partir de La Traviata los protagonistas verdianos conquistan el privilegio de los sentimientos. Con Violetta, Verdi escribió uno de los papeles más complejos, en donde todas las facetas interpretativas de una cantante deben aflorar en un extraordinario alarde de virtuosismo y de suprema expresión dramática. Se trata de la artista ideal, paradigmática.