(Publicamos, por ser una interesante invitación a la reflexión, las palabras que dirige un profesor universitario a los recién titulados)
Hace
años que me encuentro especialmente vinculado al mundo de la educación; en los
últimos veinte años he sido profesor de secundaria en siete centros públicos
diferentes, profesor de universidad pública durante doce años y de universidad
privada durante otros quince. Además, desde hace ocho años soy el responsable
académico de un centro de formación de maestros, por lo que no hay aspecto ni
etapa de la educación que me sea ajena o no me interese.
Al
principio era sólo un interés laboral, pero cada vez más vivo este trabajo como
una vocación y por eso experimento una gran preocupación por la situación de la
educación y por tantas manipulaciones como sufren todos los que trabajan o se
preocupan por ella. Manipulaciones en las que
nunca hay un debate educativo real y que
vienen de la política, de la economía, de los medios de comunicación y de todo
tipo de grupos de interés.
Y mientras esto ocurre voy viendo como cada curso muchos estudiantes, en mi centro y en tantos otros, obtenéis vuestra titulación y os incorporáis al mundo laboral como maestros. Y lo hacéis en un contexto muy poco envidiable, en medio de infinitos recortes que afectan a todos los ámbitos de la sociedad. Una sociedad que no tiene dinero ni para las cosas imprescindibles, como la educación.
Os
corresponderá trabajar impartiendo más horas de clase, con más alumnos por
grupo y con menos recursos de todo tipo. Eso ya lo sabéis. Y en ese ruido que
no cesa, escucháis y escucharéis con insistencia que todo ello va a afectar negativamente
a la calidad de la educación. Cualquiera en vuestra situación tendría la tentación razonable de
meterse en un agujero, cubrirse con una tapa y esperar a que pase la tormenta
para buscar un trabajo, ¡qué momento para salir de la Universidad! con lo
tranquilo que está uno dentro…
Estoy de
acuerdo, como no puede ser de otra forma, con que los recortes económicos en educación deben ser los últimos en abordarse
porque son los que más hipotecan el futuro de un país y de sus generaciones de
jóvenes. Pero permitidme que sea políticamente incorrecto y que, en estos
tiempos que corren, os dé una buena noticia, y además es probable que sea una noticia
que os sorprenda. Según mi experiencia, y también la vuestra y más adelante os
aclararé por qué digo que también es vuestra experiencia, la calidad de la
educación no está relacionada con los recursos disponibles.
Naturalmente
ahora voy a explicar esta afirmación y a aclarar también por qué es una buena
noticia. Para ello conviene determinar en primer lugar qué es y qué no es la
calidad de educación. Los medios de comunicación, los manifiestos, los
políticos, la mayoría de los profesores y casi todas las personas que hablan de
la educación equiparan la calidad de
educación con los resultados académicos (que se miden por ejemplo en el
mayor o menor fracaso escolar, o en el puesto en el informe PISA) pero esto no es cierto.
Este planteamiento es una habitual y errónea identificación entre enseñanza (o instrucción) y educación y que, desgraciadamente, es pasada por alto y aceptada por la mayoría. La educación se refiere al desarrollo integral de la persona y de sus capacidades. La enseñanza lo hace a la mejora de las competencias en un determinado campo del conocimiento. Un idioma se enseña, pero no se educa, por el contrario las personas debemos ser educadas pero a menudo sólo somos instruidas o enseñadas. La instrucción es siempre necesaria para una persona, pero nunca es suficiente.
Los informes
y los datos que tanto nos preocupan miden por tanto la calidad de la
instrucción que reciben nuestros estudiantes, pero no la calidad de su
educación. La calidad de educación es más bien uno de esos intangibles
difíciles de definir pero perfectamente identificables cuando se experimentan.
Y todos los que la hemos experimentado sabemos que no depende de los recursos
materiales disponibles, aunque no hayamos sido conscientes de ello.
Esto no es
una afirmación gratuita, no quiero convenceros de ello sin pruebas, y en
este momento os planteo lo que considero más importante de esta carta: os
propongo que penséis en vuestra experiencia de estudiantes y analicéis la realidad partiendo de ella, y
no partiendo de ningún discurso. En cualquier centro educativo o curso en el que
hayáis estudiado todos vuestros
profesores habrán tenido los mismos o similares recursos (medios
materiales e informáticos, aulas, audiovisuales…, horas de clase a la semana,
sueldo, alumnos por clase, etc.) ¿Todos os han educado igual? ¿Todas las asignaturas
han sido igual de valiosas para vosotros? En definitiva, ¿todos os han dado la misma calidad de
educación?
Todos sabemos que la respuesta es no, y lo sé
porque a mí me ha pasado lo mismo. ¿De
qué depende entonces la calidad de la educación que damos y que recibimos?
Depende del compromiso personal del que
educa y del interés que se tenga por la vida y por el futuro de aquellos que
tiene a su cargo. Y cuando ejerzáis como maestros podréis demostrarlo y
comprobarlo una vez más.
Por tanto, no os dejéis engañar, los
recursos son importantes, pero la buena noticia es que la calidad de educación
la aportáis los educadores.
Pablo Pardo Santano
Subdirector de la Escuela
Universitaria Cardenal Cisneros
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